Es difícil determinar el momento en que se inicia la historia de la Educación Especial, sin embargo se tiene conocimiento que en sus orígenes ésta se impartía en forma accidental, aupada por la filantropía y la lástima. Pedro Ponce de León y Juan Bonet en el siglo X se señalan como precursores de la enseñanza del niño sordo. Luego en el siglo XIX se tienen reportes acerca de la creación de asilos para niños “anormales” con una significativa orientación médica. Más adelante, en este mismo siglo nacen las escuelas especiales para ciegos y retardados mentales, principalmente en Europa Oriental y los Estados Unidos, culminando en la proliferación de instituciones educativas para niños discapacitados alrededor del mundo.
Posteriormente, ya en el siglo XX, surgen las primeras clases especiales paralelas a la educación regular y se da inicio a la pedagogía diferencial. En esta primera etapa la Educación Especial se caracterizó por una concepción asistencial institucionalizada, un enfoque clínico con énfasis en la deficiencia y una actitud segregacionista por parte de la familia y la sociedad en general. Existieron también dentro de la sociedad grupos que impulsaban el cambio e hicieron aportes significativos al tratamiento de niños con
necesidades especiales, promoviendo la educación como medio fundamental de
superación del ser humano.
La conformación de un marco legislativo, afianzó aún más el desarrollo de la Educación Especial. El derecho a la educación de los sujetos con necesidades especiales es reconocido por primera vez en la Declaración de los Derechos del Niño de la Unión Internacional para la Protección de la Infancia (UNICEF) y aprobado en 1924 por la Asamblea de la Liga de las Naciones, pero no es hasta 1959 cuando la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó los derechos al tratamiento, educación y cuidado del niño física, mental o socialmente incapacitado.
Posterior a esto se dio paso a la “Declaración de los derechos de los impedidos” en la que se recomienda la acción nacional e internacional sobre marcos de referencia y bases comunes que aseguren la dignidad humana, salud, educación, rehabilitación y trabajo a este grupo de personas.
Aunado a este marco legislativo, los fenómenos y procesos que para la época se suceden en muy diversos campos de la actividad humana se ponen de manifiesto en un cambio de orientación con respecto a la atención de personas con necesidades especiales. Entre éstos destaca el énfasis mundial en los derechos humanos principalmente, el de igualdad de oportunidades y el derecho a ser diferentes, los avances en la psiquiatría social, y la psicología.
Los avances en las ciencias humanas procuran un cambio en el foco de atención desde “el caso” hacia la “persona” y gradualmente se produce un desplazamiento de enfoque clínico a enfoque psicopedagógico, el cual se produce a nivel mundial a partir de la década de los años 70. Destaca para la fecha el Informe Warnock (1978) que da lugar en 1981 a la Ley sobre
Educación Especial en Inglaterra que promulga la concepción de la educación de los niños con deficiencias de manera integrada a la educación general y da origen al término necesidades educativas especiales, al establecer que éstas no son exclusivas de unos pocos sino de todos, y por tanto forman un continuo.
A partir de ese momento la Educación Especial se muestra como un continuo de prestación de servicios que va de la ayuda temporal hasta adaptaciones permanentes a lo largo del currículo ordinario.
En la década de los 90 comienza a privilegiarse la integración educativa en respuesta al derecho de equidad e igualdad de oportunidades reconociendo la necesidad de impartir la enseñanza a los sujetos con necesidades educativas especiales dentro del sistema común de educación.
En la actualidad se concibe la Educación Especial de manera dinámica, con un enfoque ecológico centrando la atención en la propia persona, las situaciones educativas que propician su desarrollo, los profesionales que intervienen y los contextos escolares, familiares y comunitarios.
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